En
el género de la novela histórica uno puede llegar a perderse. Cuando la escribe
un novelista, se levanta el recelo. Cuando la escribe un historiador, pasa
igual. Cuando Mújica Laínez escribió “Bomarzo” o Carpentier el “Siglo de las
luces”, el historiador advierte fallos y los recrimina. Cuando quien la escribe
es un historiador, el novelista recela y le achaca la falta de estilo. Dice que
le falta arte y rudimento. Stendhal podría reírse de todo ello. O Graves, Roa
Bastos, Arturo Barea o el mismo Flaubert cuando escribió su “Salambó” . Y
muchos más. El novelista siempre ha tenido la tentación de escribir su
cosmovisión. Lo que le pasó a Vargas Llosa con Trujillo en “la Fiesta del
Chivo”. Explicarse…y explicar. Se olvida muchas veces que el historiador, tras
manejar el dato y exudar todo lo que sabe en libros, necesita una cosmovisión.
Y necesita de la novela, “el puro gozo de la ficcicón” que decía Joyce.
Elias
Caneti decía al concluir su gran ensayo “Masa y poder” (1960), que había logrado
“agarrar a Europa por el cuello y entenderla”. Un esfuerzo titánico para comprender
el mundo de entreguerras, ese mundo vivo, excitante, en donde, tras el desastre
de la Primera Guerra Mundial, una Europa de viudas, huérfanos y mutilados,
vivía su “carpe diem”. Los años veinte y treinta del siglo pasado fueron años
en los que Europa vivió desenfrenadamente , mientras que todo afloraba desde
los cabaret berlineses de la Repúbica de Weimar, hasta el mundo de Monparnasse,
“La Copoule” o “La Rotonde”, en París, , llena de emigrados rusos, como bien describe
el díscolo hijo de Thomas Mann, Klaus Mann en el “Volcán”. Berlín disfrutaba en aquellas calles traseras
del Rhathause por Alexanderplataz, el Berlín de entreguerras, humillado y
ofendido, con deudas pendientes que afloraron más tarde en las tabernas de
Munich. En Viena florecía un perfil de hombre como el que retrata Musil en un “Hombre
sin atributos”, desesperados por el fin de una era de “la marcha de Radesky” de
Rhot. Rusia iba acomodando su revolución, expulsando la inteligencia. “Speak
memory”, de Navokob. En España….hubo hombres y nombres en tertulias literarias
como las de Colombine, o Casinos Ansens, los años de Rubén Dario, de Gonzalez
Ruano, de Alejandro Sawa, de Valle Inclán, Valle-Inclán,
Galdós, Pérez de Ayala, Azaña, Agustín de Foxá, Juan Ignacio y Torcuato Luca de
Tena, Anna Ajmatova, Malaparte, Rafael Sánchez Mazas... de tantos y
tantos que querían ser europeos durante el directorio de Primo de Rivera,
Y
hago este largo en largo ex cursu para
recomendar una novela, “Tu rostro con la marea” de Fernando García de Cortázar.
Hacía falta decir lo que he dicho porque hay que entender esa Europa para leer la
primera incursión en la ficción de este historiador vasco. La novela de
Fernando se puede calificar de novela histórica, ahora que tanto abunda el
genero. Es complicado el género después de haberlo hecho Yourcenar, Graves o
Renault. Es complicado entrar sin deslizarse. Escribir novela histórica no es
hacer que la historia cambie, sino que se entienda, que se comprenda, desde las
pasiones, lo intimo de los personajes Hoy, estoy convencido, que todo esta en
la novela. No hay nada fuera de ella: la política, la religión, la
economía el arte, la cultura. Una novela
puede hablar de todo en sus personajes. Fernando ha tomado personajes que son
paradigmáticos del hombre de esa época, de todas las épocas con sus pasiones,
con sus ideales, con sus fracasos. Es la parte humana de la historia, la que va
más allá del dato, la que saca el alma. Una
novela de amor y espionaje, de traiciones e intrigas políticas que nos
transporta a una época que cambió el mundo para siempre Fernando cita a su
admirada Anna Ajmátova: «En el futuro se pudre el pasado».
No quiero destripar el argumento, pero si recomendar la novela por tres
razones. Primero porque leyéndola se aprende mucho de la historia de esa época;
segundo porque en sus personajes afloran los tipos más generales de nuestro
país. Los podemos sentir contemporáneos. Y tercero porque ha logrado diálogos
asombrosos, detalles impresionantes y, sobre todo, ubicar en el escenario
general, lo particular.
Les recomiendo la novela, felicito al autor e intuyo que los puristas de la
novela le criticaran su incursión en el parnaso literario, ten cerrado a veces.
Y sus colegas de la historia podrán decirle que es algo descafeinado. Pero no
hay algo mas apasionante para un profesor que, por todos los medios, ofrecer
las claves de todo lo que ha enseñado y su propia cosmología . Y eso hace
Fernando en esta buena novela.