Al escritor
Julián Barnes (Leicester, 1946) le vienen inquietando las cuestiones que
suelen inquietar a quienes cruzan el umbral de los 50. Son los temas como la
muerte ( abordado en “Nada que temer”), o el amor que irrumpe a una edad madura
y llega como un vendaval que pone todo patas arriba ( Antes de conocernos” ),
el triángulo amoroso “ Hablando del asunto”) y otras de sus novelas, once en
total, todas en Anagrama. Solo he leído estas que os digo. Ahora toca el
tema de la memoria en su nueva novela, recién publicada por, Anagrama. “El
sentido de un final”, galardonada con el premio Man Booker, que ha destacado a
grandes escritores de habla inglesa desde que comenzó en 1969. La he leído estos días y no se hace pesado, aunque quienes quieren historias no insinuadas, sino excesivamente explicadas, quedarán defraudados. esta es una historia de grandes sentimientos en los que el lector entra y empieza a seguir los guiños de la sugerencia. Hay momentos en los que el retrato piscológico es tal que la identificación con el lector y sus sentimientos ocultos, puede ser un arma que engancha
Es una
novela sobre la memoria, los ajustes con el pasado, en sentido de toda una vida
vista desde la atalaya de la vejez. Una vida recordada y un remordimiento que
aflora cuando llega a manos del protagonista, cuarenta años después, una carta
que nunca debería de haber escrito. Remordimiento significa volver a morder. La
memoria en clave de remordimiento es capaz de poner patas arriba el sentido de
toda una vida. “Todos sufrimos algún
daño, de uno u otro modo… Algunos admiten el daño y tratan de mitigarlo;
algunos pasan sus vidas tratando de ayudar a otros que están dañados; y luego
están aquellos cuya mayor preocupación es evitar más daño, a cualquier costo. Y
ésos son los implacables, y de los que hay que tener cuidado”. Y agrega: “Y eso
es una vida, ¿no es verdad? Algunos logros y algunas decepciones”.
Es un libro con asomo de ensayo, algo muy propio del Barnes
escritor que ya novelas como “Una historia del mundo en diez capítulos y medio”
ya había hecho. Este estilo junto con los esbozos de novelas literarias como el “Loro
de Flaubert” o “George and Arthur”, suelen ser habituales en él. Su micro literatura
en relatos como la “Mesa de limón” muestra al Barnes más literato que
ensayista.
Esta
novela dedica varias páginas a reflexiones sobre el pasado, el futuro, las
acciones que uno protagoniza, las decisiones que uno no toma. El protagonista
reconoce que es posible ser nostálgicos sobre penas recordadas, así como
placeres recordados. Pero lo que lo perturba es la sensación de no poder ser
coherentes o no poder tener un punto de apoyo respecto a nuestra propia vida:
“Pensé… que podía volver al inicio y cambiar las cosas. Que podía hacer que la
sangre retrocediera en su flujo”.?”.