El
nombre del escritor alemán de origen judío Alfred Döblin está unido a su “Berlin,
Alexander Platz”, lugar en donde ejerció como psiquiatra largos años. Recientemente
Edhasa ha publicado también sus dos tomos “Noviembre 1918: Burgueses y soldados
y El pueblo traicionado”. El médico que fue en la Gran Guerra vuelve en esta
obra. No obstante Acantilado sacó hace tiempo a la luz un bello relato: “Las
dos amigas y el envenenamiento”, basada en un hecho real y que nos acerca a la
novela -crónica periodística como hiciera Capote con “A sangre Fría”.
Aquí es el médico psiquiatra
el que se acerca al hecho real. Döblin narra un hecho acontecido en Berlín en
los primeros años veinte, cuando una mujer maltratada confabulada con su amante,
decide matar a su esposo. Sobre esta turbulenta historia el autor construye una
soberbia narración sobre tres vidas tumultuosas y la manera en que éstas se
entrelazan fatalmente hasta conducir a un aciago final. Los hechos narrados,
por su condición de, pueden juzgarse a priori como actos horribles y
censurables, no obstante, Döblin los expone sin juzgarlos, presentando a los
tres protagonistas como víctimas, cada uno en un grado y de una manera
distinta. Döblin huye del artificio. Dice: “Mas información, mas critica, menos
artificio y menos adorno” Es uno de sus lemas y de lo que aconsejaba a los
escritores.
Su
preocupación por el alma humana llega a todas sus obras. En 1926 pronunció una
conferencia en Berlín, con motivo del setenta aniversario del nacimiento de
Freud y en ella dijo: “El alma humana vagaba por el mundo desde mucho siglos atrás,
expulsada por médicos y psicólogos. Había buscado refugio en los poetas y también
en los sacerdotes…El sacerdote la llevo al devocionario. El poeta le ofreció el
brazo y fueron juntos a pasear por los pardos. Freud la hizo entrar en su
consulta, cerró la puerta tras ella y le dijo que se quitara el sombrero y se
desnudase (…) el alama, asustada se quedo en la puerta hasta nuestros días y no
se ha quitado el sombrero”
En
esta novela hace pasar el alma de los tres condenados y la acuesta en el diván.
Cuenta los hechos con objetividad, narra los detalles, muestra todo como
aconteció. No deja lugar a opiniones, el narrador se separa del relato.
Objetividad pura. Después, ya en el diván, lo que es la segunda aparte de la
novela, entra a saco y extrae consecuencias. Se adivina en esta obra su interés
por el entorno….Ya aquí está su Berlin Alexanderplatz sembrado.
Y
esa capacidad para describir una psicología, e incluso un alma, de manera tan
matizada y perfecta, sin juzgar jamás y demostrando siempre un enorme respeto
por todo lo insondable que ésta alberga; esa manera de indicar que el dolor, la
repulsión y el rechazo que los actos humanos más reprobables generan, también
afecta a quienes los cometen, con el agravante de que, al horror del hecho en
sí, ellos suman el espanto de los actos que le precedieron y que quien juzga
desde fuera no ve; todo esto, decía, es lo que convierte esta obra en magistral
y su lectura en obligatoria.
Döblin
se convirtió al catolicismo en donde encontró la compresión del alma humana y
el profundo deseo de no juzgar….
uy adecuado el comentario de Meyer al final de la novela.