5.1.12

“El niño perdido” de Thomas Wolfe.

De este libro dice Luis Antonio de Villena:

Hubo un escritor norteamericano, muy valorado allá y nunca demasiado conocido en Europa, llamado Thomas Wolfe (1900-1938), al que claro es, no se debe confundir con el todavía vivo petimetre del “nuevo periodismo” y a mi gusto un tanto regular novelista muy publicitado, que es Tom Wolfe. Nada que ver…

Thomas Wolfe (que murió tempranamente de tubercolosis) escribió una novela “El ángel que nos mira” (1929) que, según algunos, es parte importante de ese mito excepcional y acaso imposible, que suele llamarse “la gran novela americana”. Wolfe fue uno de los ídolos de Faulkner y de los “beat”. Es un gran narrador, obsesionado -como tantos lo estamos- por el paso del tiempo. Junto a novelas largas como, además de la citada, “El tiempo y el río” (1935), Wolfe alcanzó una notable maestría en la novela corta, por ejemplo en “El niño perdido”, que acaba de editar en español Periférica. “El niño perdido” (novela coral, contada en varias voces, la primera la del propio muchacho que murió) es el intento de reconstruir los vagos recuerdos y el St. Louis de 1904 donde murió su hermano Grover, que pasaba por un muchachito inteligente y excepcional. Asistimos a evocaciones distintas ( muy bien contadas) y al final a la visita del hermano narrador, más de veinte años después, a la casa donde murió Grover y donde ahora vive una amable señora ajena a ese pasado, tan fundamental para otros. El tiempo se lo lleva todo. ” Y a través de la maraña de recuerdos de un hombre, desde el bosque encantado, el pobre niño de ojos oscuros y rostro sereno, extranjero en la vida, hace mucho tiempo perdido como todos nosotros, una cifra de los laberintos ciegos, mi pariente, mi hermano, mi amigo, el niño perdido, se había marchado para siempre y no regresaría nunca jamás.” Sencilla, eficaz y bien hecha, “El niño perdido” no es sólo melancolía, no, sino ante todo el arte plural del bien narrar. No olvidéis a Thomas Wolfe.